El baño ideal

Tiempo ha pasado desde que los romanos se tomaban baños de placer, con temperaturas variables y cremas perfumadas. La higiene de los romanos tenía un sentido purificador. Rituales de purificación en baños públicos que han quedado atrás para dar paso a algo que solo los muy ricos de aquellas épocas podían tener: un cuarto de baño de casa.
El baño es un lugar especial, es un pequeño santuario doméstico, cómplice de momentos íntimos que no compartimos con nadie. Refugio y escudo contra el mundo, no estamos presentables hasta salir de él. No se siente una completamente humana hasta después de tomar un regaderazo y ponerse guapa para el mundo. Porque de un baño ideal se sale renovada, lista para enfrentar lo necesario. Como si el baño nos proveyera de una armadura y un escudo para enfrentar el mundo.
Jabón. Champú. Agua caliente. Mucha agua caliente con buena presión, agua suave, como de manantial. Gel de baño. Esponja. Burbujas. Frotar hasta que la piel se renueve y brille. Hasta que se caigan las pecas. Hasta sentirte culpable. Dejarse el acondicionador veinte minutos ¿o más? Una piedrita pómez para tallarse los talones. La mascarilla exfoliante, sí, hoy. Sentirse romano por un pequeño espacio de tiempo.
Secarse con una toalla suave y mullida, ahora es el momento ideal para ponerse crema por todo el cuerpo, después envolverse en una bata para continuar con el resto del ritual. Todo lo que necesitas debe estar a la mano: las cremas de cara, los cepillos del pelo, las lociones, los artilugios de belleza, el protector solar pues no quieres que regresen las pecas.